AMAR Y SENTIR




Aprender a amar podría ser una asignatura en las escuelas, al igual que aprender a sentir y reconocer nuestras emociones. 

Al no tratar el tema del amar y el sentir nos toca aprender a base de prueba y error. 

Nos preocupamos intensamente de la formación académica para poder desarrollarnos y tener un trabajo que nos proporcione sustento económico y no dedicamos tiempo a aprender en amar y sentir. 

Y así nos convertimos en analfabetos emocionales pudiendo perder así relaciones de calidad, relaciones personales que apoyadas sobre el amor pueden producir encuentros de corazón, además de sentirnos amados y acompañados en el vivir. 

Llegados aquí, es ya el momento de mirar al ser humano con la inocencia que mira un niño, la sabiduría del anciano que ya ha vivido la vida, la rebeldía del adolescente para hacer lo que siente y rebelarse a lo que siempre se ha hecho, y por qué no, disfrutar desde todas esas miradas la vida como adultos. 

Siento que la vida vista con ojos de amor es una vida distinta, una vida que no utiliza el juicio de valor, una vida que ve belleza en cualquier ser humano, una vida que es empática con todos, una vida en la que nos encontramos y nos alegramos de encontrarnos, una vida en la que compartimos, una vida en la que nos ayudamos, una vida en la que crecemos juntos, una vida en la que nadie es más que nadie, una vida en la que cada uno desarrolla su don, una vida en la que el ser humano que se dedica a producir alimentos es igual al que diseña ciudades, una vida en la que las personas hablan, comparten y son libres. 

Sería fenomenal que el objetivo principal de los centros educativos fuese que cada ser humano pudiese encontrar su propio camino a la felicidad, sería bonito que nuestros centros educativos fuesen lugares de encuentro donde compartir, sería genial que nuestros centros educativos fuesen lugares donde aprender amar y sentir, sería interesante que fuese el alumno el que decidiese hacia donde llevar su vida y en que formarse a través de su propia sabiduría. Sería ilusionante que los alumnos y formadores fuesen con ilusión a compartir. Es imprescindible que no haya miedo dentro de las escuelas y que los formadores inspirasen a los alumnos y que los alumnos inspirasen a los profesores. 

Es y será nuestra escuela de futuro aquella en la que cada uno de nosotros diseñemos nuestro propio camino hacia el amar y el sentir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario