AMPARO Y ANA



Amparo no podía parar de pensar, un pensamiento detrás de otro y así hasta altas horas de la madrugada. Lo curioso es que algunos de sus pensamientos eran densos y de reproche personal. Ella utilizaba el hacer muchas cosas durante el día para no tener tiempo de pensar, pero al cesar su actividad laboral siempre aparecían esos pensamientos que le hacían bajar el ánimo. 

Sus pensamientos iban desde el deberías haber llamado a tus padres, deberías no haber juzgado a Juan, deberías haber acabado el trabajo, deberías ser más simpática, deberías comer menos, deberías ponerte a dieta y un sinfín de deberías que le producían un dolor en la espalda que la llevaban a visitar habitualmente a un terapeuta. 

Pero a Amparo lo que más le molestaba era no poder parar de pensar. 

Una mañana decidió a comentar con su amiga Ana que ya había navegado por estos mares. 

Ana años atrás ya había sufrido en sus propias carnes los “deberías” y se encontraba aun transcendiéndolos mediante autoconocimiento. Ella había comprendido que todo procedía de estructuras y creencias que estaban adheridas a los clanes familiares, sociales, culturales y religiosos. Fue consciente de eso el día que viajo a la India animada por una amiga y conoció otra realidad social y otros problemas derivados de otras creencias y formas de ver y vivir la vida. 

Amparo decidió abrir con mucho reparo sus pensamientos a Ana, ella se limitó a escuchar y comprender. No emitió juicio alguno, no pronunció palabra mientras hablaba Amparo. Al finalizar la exposición de los hechos y a petición de Amparo, le dijo: yo entiendo y siento dentro de mí muchas de las cosas de las que me has hecho participe. Solo puedo decirte que desde mi sentir y mi propia experiencia personal todo esto obedece a como nos hemos y nos han educado, a las estructuras de creencias, al modelo educativo que no está alineado con las emociones, que invierte más, en que sepamos hacer algo para ser miembros activos y productivos de la sociedad. 

Ante esto, Amparo solicita “receta” para poder liberarse de estas cargas que la tienen aprisionada y con semblante serio. Ana por su lado la invita a revisarse, a revisar la fuente primera de sus pensamientos, la hace consciente de que no hay receta, que lo que, si puede hacer, es estar en constante observación de sus sentires y sus pensamientos, que además, busque la raíz de todo pensamiento y emoción. Y como dueña de su propio ser, empiece a seleccionar lo que quiere pensar y sentir. 

Que se libere de los “deberías” que están alineados con el sentido de deber e intente pasar al sentido de la felicidad, en otras palabras, que vaya mirando de hacer y pensar cosas que estén alineadas con el aumento de su felicidad. 

Ante estas palabras, Amparo espeta: ¿Me estás diciendo que solo haga aquello que me gusta? 

Ana: Por lo menos el máximo número de cosas. Así, al acabar el día quizá te encuentres más tranquila. 

Amparo: ¿Y qué hago con mis auto juicios que hago con respecto a mi físico? 

Ana: ¿Qué qué haces? 

Amparo: Si, ¿qué hago? 

Ana: ¿No sería mejor amarte? ¿No sería mejor amar al cuerpo que te va a acompañar en esta vida? ¿No sería mejor enamorarte de todo tu ser? 

Amparo: Si, quizá sí, pero me cuesta aceptarme tal como soy, lo reconozco. 

Ana: ¿Eres consciente de que si fueses ciega no estarías preocupada por tu físico? 

Amparo: ¡Claro, estaría preocupada porque no veo! 

Ana: Entonces, ¿qué te hace preocuparte por tu físico? 

Amparo: El verme 

Ana: ¿El verte y quizá compararte con otras mujeres? 

Amparo: Pues ahora que lo dices, sí. 

Ana: ¿No sería ahora un buen momento para dejar de juzgarse y compararse, y amarse tal como eres? 

Amparo: Uff, la verdad que sí, estoy muy cansada de querer llevar mi cuerpo, que siento que es único, a un determinado estereotipo marcado por la sociedad. 

Ana: ¿Y ahora qué hacemos? 

Amparo: ¿Qué tal echar unas cervezas y unas risas para reírnos del sufrimiento que me he causado al dejarme llevar por la sociedad? 

Ana: Genial, vamos a ello.😊😊

LA EXPERIENCIA DE JULIA



Julia es una mujer de 29 años que intenta conducir su vida hacia el mundo laboral, lleva toda su vida preparándose para conseguir un trabajo digno que le permita insertarse en la sociedad. 


Está desencantada con las relaciones personales, hasta la fecha de hoy no ha disfrutado de las mismas y al oír la palabra “amor” se le ponen los pelos de punta como gato enfadado.


Hace mofa al escuchar a cualquiera de que nos tenemos que amar, su experiencia personal aún no le ha permitido experimentar ese sendero.


De niña no sintió la calidez del amor, sus padres estaban demasiado ocupados en trabajar, llevar la casa y la familia. Ella fue deambulando entre los estudios, y las series televisivas. 


En la adolescencia sus relaciones sociales no fluían y eso hizo que las dejase de lado, centrándose en sus estudios y en su mundo.


Los valores sociales que veía en su adolescencia no los sentía como suyos y eso producía en ella rebeldía y aislamiento al mismo tiempo. No compartía la forma de vivir los sábados noche de su generación, no sentía el estilo de vida del momento. Al final, se sentía como un bicho raro en el mundo, lo que le producía innumerables quebraderos de cabeza.


Esta experiencia personal ha hecho de Julia una persona que tiende al aislamiento y a la desconfianza. Julia se defiende como gato panza arriba cuando se siente amenazada o cuando alguien no la trata como ella considera.


Hoy Julia acaba de caer en consciencia de lo que siente y por qué lo siente, hoy se ha dado cuenta que el modelo social dista mucho del que su ser le pide, hoy empieza a entender el por qué se ha sentido así antes. Sin rebozarse en el juicio de valor que intenta matar las vivencias pasadas y auto victimizarse, Julia comprende y valora desde el discernimiento como ha vivido y como se ha sentido. 


Ella siente que es un ser indomable y que la sociedad no le aporta lo que ella necesita para vivir feliz. Eso sí, se lo va a dar ella.


Su cara ha cambiado, su estado físico también, siente que tiene toda la vida por delante para darse lo que necesita, y siente que no tiene que hacer todo lo que la sociedad demanda.


Se ha quitado un lastre de encima al descubrir como es, gracias a las experiencias vividas en el pasado y ahora con ilusiones renovadas, afronta su vida con esperanza e ilusión.


Se ve y se siente dueña de su vida. Es la capitana personal de su ser.


Ahora da las gracias a todo lo vivido, lo embellece y se está enamorando de la vida.


Si te encuentras con alguna Julia la reconocerás por el brillo de sus ojos.


Buen viaje de vida.


PEDRO Y SU CONFIANZA




Pedro es un ser humano que vive en una aldea de 125 habitantes y que no tenía excesiva confianza en sí mismo, necesitaba de personas que él consideraba como autoridades para que le dijesen que estaba bien o que no. 

Pedro había sido educado como la mayoría de los seres de su generación, la generación del 70 donde solo se les decía a los niños lo que hacían mal y no era usual decir lo que hacía bien ante la creencia de que se convirtieran en unos creídos y prepotentes. En esa época circulaban creencias educativas de miedo, de pecado, de dar buena imagen, un tortazo a tiempo evita problemas futuros, etc… estaban bastantes definidas las creencias y la mayoría dejaban poco espacio por no decir nada para el autoconocimiento personal. Primaba el trabajo, la obediencia a las autoridades (padres, profes, etc…) y el tu aparta que no sabes nada, era una de las frases favoritas de muchos mayores a sus hijos. 

Así que, Pedro ya de adulto tenía poca confianza en su sentir, y necesitaba acudir a personas para dar determinados pasos. Pedro sufría de una dolencia física y deambulaba entre médicos, médiums, curanderos, para dar respuesta a su malestar. Ya había perdido la fe en su curación pues cosa que probaba, cosa que no le funcionaba. Además, de este problema necesitaba del consejo patriarcal de Ana, una terapeuta para tomar decisiones. 

Ana era una persona comprometida y con mucha experiencia que intuyo tras varias sesiones el problema real de Pedro. Tuvo claro que el problema físico del que se quejaba tenía una relación directa con su inseguridad personal. 

Ana se dedicaba a la sanación tras haber vivido en sus propias carnes un empoderamiento tras varias rupturas sentimentales y haber tomado las riendas de su vida a nivel emocional y personal. Había soltado trabajos, relaciones, pensamientos, creencias y se había convertido en una persona que seleccionaba como vivir y que creencias vivir. Era una persona consciente e intentaba vivir acorde a su sentir. 

El trabajo que decidió hacer con Pedro fue simple, decidió escuchar todo lo que le decía sin pronunciarse, interrumpirlo ni dar consejo. Y cuando él preguntaba qué hacer, ella siempre le decía, ¿y tú qué sientes?, lo cual siempre desconcertaba bastante a Pedro. 

Ante este insistente ¿tú qué sientes?, Pedro fue tomando consciencia de sus sentimientos, emociones e inseguridades. 

Con el paso de las sesiones Pedro fue descubriendo como vivía la vida y la razón de vivirla así. 

A veces se disgustaba consigo mismo al descubrir cómo se había forjado su personalidad y otras se paseaba por el juicio de valor hacia los que habían tenido influencia en su educación. Hasta que fue consciente de que juzgase o juzgar a otros no lo llevaba a ningún lugar agradable. Juzgando se rebozaba entre la rabia y el odio y eso lo llevaba al sótano de las emociones más densas. 

Pedro empezó a sentirse mejor cuando Ana le hizo consciente de que tenía que embellecer el pasado, que tenía que perdonarse y perdonar, que tenía que dejar el juicio de valor y quizá utilizar un juicio de más octanaje como es el juicio de discernimiento. 

Pedro empezó a depender menos de otras personas para la toma de decisiones. Descubrió que en su interior tenía las respuestas a sus propias preguntas, solo tenía que escucharse. 

Pedro deambula ahora con el Amor, otra emoción de alto octanaje que empieza ahora a engancharlo y que siente desde dentro de su ser. Además, ojiplático, y se siente como un niño con zapatos nuevos cuando habla de amor. 

Pedro es consciente que está en un proceso precioso de empoderamiento personal que lo lleva ilusionado de cojones.

ANTONIO Y EL GENIO DE LAS EMOCIONES


Hace ya algún tiempo, Antonio, que tuvo la suerte de nacer en el primer mundo en una familia humilde, de padre agricultor y madre ama de casa, fue integrando lo que era bueno y lo que no, dentro del seno familiar y su respectivo clan social del pueblo donde vivía la familia. Se forjo a sí mismo como un ser con valores que le hacían vivir la vida desde el trabajo y la responsabilidad. Trabajo como valor para ganarse el pan y responsabilidad debido a una madurez que tuvo que obtener por circunstancias familiares.  


Con el paso de tiempo fue alcanzando estudios y conocimientos enfocados al trabajo. En el trabajo y la responsabilidad brillaba, pero al acabar la semana sentía un vacío interior que intentada tapar con más trabajo. Se convirtió en un adulto trabajador y responsable muy valorado allí donde desarrollaba sus destrezas. 

Pero al mismo tiempo, cada vez que llegaba el fin de semana o periodos vacacionales se encontraba mal. 

Un día se encontró con un ser, al que él posteriormente bautizó como el “genio de las emociones”. Este ser que tenía la capacidad de sentir lo que sentía el otro le hizo tres preguntas. 

La primera pregunta fue: 

· ¿Qué sientes tú ahora? Antonio no sabía responder, nunca nadie le había hecho una pregunta así, además no era capaz de poner nombre a sus sentires. 

La segunda pregunta fue: 

· ¿Qué es para ti la vida? Otro apretón interno le sobrevino al darse cuenta que para él la vida era principalmente trabajar y ser responsable en todas sus acciones. 

La tercera pregunta fue: 

· ¿Crees que tu cuerpo reacciona en función de la emoción que estés viviendo? Antonio quedo perplejo ante esta relación “cuerpo-emoción” que nadie nunca le había comentado. 

Antonio después de tres simples preguntas que tambalearon sus creencias personales de la vida reflexionó durante varios años y fue observando dentro de sí para averiguar y conocerse cada vez mejor. 

Antonio es hoy en día un ser humano con un mayor nivel de consciencia que intenta hacer aquello que demanda su corazón en armonía con su mente. 

Antonio observa su autoestima, se concede amor, se regala momentos personales para ir creando su propio camino personal hacia donde resuena su corazón. 

Evita utilizar el juicio de valor hacia él y hacia otros. 

El denominado genio de las emociones, solo tuvo tres preguntas que activo en Antonio un cambio o despertar personal, que lo hizo empezar un camino emocional y más emocionante que ilusiona por ser su camino personal. 

Ahora Antonio embellece el camino creado por clanes familiares, culturales, sociales, religiosos que han hecho posible que ahora elabore su camino y lo habite. 

Antonio ahora siente un torbellino de emociones que siempre habían estado dentro de sí, a las que ahora les pone nombre y las siente. Antonio siente y vive y viceversa, desde la ilusión del niño con zapatos nuevos a punto de saltar en un charco. 

Antonio se abraza, abraza, se ama, ama, se acepta, acepta, y está dejando de sentir vacíos forjados por sistemas de creencias o estilos de vida disonantes con su ser.