PEDRO Y SU CONFIANZA




Pedro es un ser humano que vive en una aldea de 125 habitantes y que no tenía excesiva confianza en sí mismo, necesitaba de personas que él consideraba como autoridades para que le dijesen que estaba bien o que no. 

Pedro había sido educado como la mayoría de los seres de su generación, la generación del 70 donde solo se les decía a los niños lo que hacían mal y no era usual decir lo que hacía bien ante la creencia de que se convirtieran en unos creídos y prepotentes. En esa época circulaban creencias educativas de miedo, de pecado, de dar buena imagen, un tortazo a tiempo evita problemas futuros, etc… estaban bastantes definidas las creencias y la mayoría dejaban poco espacio por no decir nada para el autoconocimiento personal. Primaba el trabajo, la obediencia a las autoridades (padres, profes, etc…) y el tu aparta que no sabes nada, era una de las frases favoritas de muchos mayores a sus hijos. 

Así que, Pedro ya de adulto tenía poca confianza en su sentir, y necesitaba acudir a personas para dar determinados pasos. Pedro sufría de una dolencia física y deambulaba entre médicos, médiums, curanderos, para dar respuesta a su malestar. Ya había perdido la fe en su curación pues cosa que probaba, cosa que no le funcionaba. Además, de este problema necesitaba del consejo patriarcal de Ana, una terapeuta para tomar decisiones. 

Ana era una persona comprometida y con mucha experiencia que intuyo tras varias sesiones el problema real de Pedro. Tuvo claro que el problema físico del que se quejaba tenía una relación directa con su inseguridad personal. 

Ana se dedicaba a la sanación tras haber vivido en sus propias carnes un empoderamiento tras varias rupturas sentimentales y haber tomado las riendas de su vida a nivel emocional y personal. Había soltado trabajos, relaciones, pensamientos, creencias y se había convertido en una persona que seleccionaba como vivir y que creencias vivir. Era una persona consciente e intentaba vivir acorde a su sentir. 

El trabajo que decidió hacer con Pedro fue simple, decidió escuchar todo lo que le decía sin pronunciarse, interrumpirlo ni dar consejo. Y cuando él preguntaba qué hacer, ella siempre le decía, ¿y tú qué sientes?, lo cual siempre desconcertaba bastante a Pedro. 

Ante este insistente ¿tú qué sientes?, Pedro fue tomando consciencia de sus sentimientos, emociones e inseguridades. 

Con el paso de las sesiones Pedro fue descubriendo como vivía la vida y la razón de vivirla así. 

A veces se disgustaba consigo mismo al descubrir cómo se había forjado su personalidad y otras se paseaba por el juicio de valor hacia los que habían tenido influencia en su educación. Hasta que fue consciente de que juzgase o juzgar a otros no lo llevaba a ningún lugar agradable. Juzgando se rebozaba entre la rabia y el odio y eso lo llevaba al sótano de las emociones más densas. 

Pedro empezó a sentirse mejor cuando Ana le hizo consciente de que tenía que embellecer el pasado, que tenía que perdonarse y perdonar, que tenía que dejar el juicio de valor y quizá utilizar un juicio de más octanaje como es el juicio de discernimiento. 

Pedro empezó a depender menos de otras personas para la toma de decisiones. Descubrió que en su interior tenía las respuestas a sus propias preguntas, solo tenía que escucharse. 

Pedro deambula ahora con el Amor, otra emoción de alto octanaje que empieza ahora a engancharlo y que siente desde dentro de su ser. Además, ojiplático, y se siente como un niño con zapatos nuevos cuando habla de amor. 

Pedro es consciente que está en un proceso precioso de empoderamiento personal que lo lleva ilusionado de cojones.

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