LA HISTORÍA DE PEDRO Y JUAN



Un día cualquiera, se encontraron Juan de cuarenta y Pedro de siete. El niño con curiosidad e inocencia le pregunto si quería jugar a un juego, Juan sin levantar la mirada de sus cosas le dijo que no tenía tiempo para juegos, que tenía que acabar un trabajo urgentísimo, que tenía que lavar el coche, que tenía que trabajar para ganar dinero, que tenía que… Que no estaba para juegos y tonterías.
Pedro entonces le preguntó, ¿Y cuándo podrás jugar? Juan contesto, no tengo tiempo para memeces.
Pedro replicó, por qué dices que son memeces, ¿qué significa memeces?, Juan sintió que el niño le hacía perder el tiempo y le dijo: Déjame en paz, no me dejas concentrarme y me haces perder el tiempo.
Pedro lejos de desistir volvió a preguntar, ¿haciendo lo que haces te lo pasas igual de bien que me lo paso yo jugando?
Juan en un ataque de rabia producida por la insistencia de Pedro le grito de forma airada: No entiendes que esto que yo hago es importante y lo que tú haces no sirve para nada!!!.
El niño desconcertado y aturdido sintió que su juego no valía y dejo de jugar. Al dejar de jugar dejo de sentir ese placer que había sentido jugando.
Pedro fue creciendo, haciendo en la vida lo que le decían y había aprendido que tenía que hacer, sin darse cuenta que había rechazado jugar, que dedicaba todo su tiempo a trabajar y hacer aquello que Juan le enseño que era importante para la vida.
Un día Pedro sufrió una crisis personal, tenía cuarenta años y se sentía vacío, no encontraba sentido haciendo aquello que tenía que hacer, se dio cuenta que no era feliz. No sabía lo que era el amor, no sabía lo que era el juego, no sabía relacionarse, solo sabía trabajar y producir. Y no encontraba sentido a la vida ni a su vida.
A consecuencia de esa crisis su cuerpo enfermo y tuvo que dejar trabajar, dejar de hacer aquello que creía y le habían hecho creer que tenía que hacer siempre porque la vida es así.
La enfermedad produjo mucho dolor en el cuerpo y la mente de Pedro, le imposibilitaba hacer lo que siempre había hecho. A consecuencia de ello y después de mucho sufrimiento se acordó de un juego que le hacía feliz, un juego con el que quería jugar con Juan y al que renunció. Ante ese recuerdo, busco el juego hasta que lo encontró.
El juego lo había realizado él cuando tenía siete años y se llamaba el juego de la risa, el juego consistía en disfrazarse de forma divertida y observarse en el espejo hasta encontrar aquel disfraz que más risa le produjese a él y a aquellos que decidiesen jugar.
Retomó aquel juego y empezó a jugar. Un día apareció un niño de unos siete años y Pedro invitó a jugar, (este niño, curiosamente se llamaba Juan igual que aquel que le hizo ver la diversión como una pérdida de tiempo).
Pedro y Juan jugaron todos los días durante bastante tiempo, lo pasaban maravillosamente bien, Pedro empezó a sentirse mejor y Juan disfrutó y disfrutó. Llegó un momento en que la vida de ambos tomó un nuevo sentido. Pedro sano y Juan pudo vivir su vida desde el sentido de la felicidad.

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